Ciertamente, un año de incertidumbres, de como enfocar mi recuperada afición, de hacer balance de todo lo que me llena y me conmueve, etc.
Muy pocas fotos por placer, sólo encargos y trabajos me han mantenido en la brecha de la imagen digital.
Antes de finalizar 2009, adquirí el equipo "soñado" que en su época de esplendor había sido fuertemente envidiado pero jamás conseguido, ya que su precio era desorbitado para un bolsillo de trabajador.
Entró en mi vida una Hasselblad 501 C, de ocasión, pero absolutamente nueva que había pertenecido sólo a una persona, que se la compró por capricho y la guardó. Es una "jovencita" de 1997 que rápidamente "creció" y, a parte de su objetivo de 80 mm, se le juntaron dos más: un 150 mm y un 50 mm, y finalmente un visor de prisma de 45º.
A pesar de haber tenido 20 años atrás una Zenza Bronica 4,5x6, el tocar una Hasselblad y fotografiar con ella, no tiene comparación. Es como una ceremonia Zen en la que todo fluye y te dejas llevar: cargar la película en el chasis, medir la luz con un fotómetro de mano, encuadrar, enfocar y finalmente disparar. Luego un gran vacío y una nerviosa espera hasta que revelas la película, como antaño, respirando los vapores y olores del revelador y la acritud ácida del baño de paro y del fijador.
Al fin la imagen, ya no latente, física, tangible, no fantasmal en una pantalla TFT o LED... Una imagen que perdurará para siempre en una base de acetato que la luz la atravesará miles de veces y le dará sentido y vida. Quizás se quedará así sin más o bien proyectará los haluros de plata sobre una base de papel de fibra que se convertirán en una FOTOGRAFIA en mayúsculas, con todas sus letras, su sentido y su sensibilidad.
He recuperado mi antiguo laboratorio, mi antigua afición, mis incertidumbres, mis errores, mis aciertos, todo en una armonía inmersa en la paz del cuarto oscuro, la soledad que acompaña las horas que pasan casi sin intención, sin reloj, sin tic tac y que a su vez son una de las mejores compañías.
Salut.
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